Desde muy pequeños hemos
aprendido que si fracasamos en algo, de alguna manera somos culpables de ello. En la mayoría de las culturas los conceptos
“fracaso” y “culpabilidad” son casi inseparables, es por eso que cuando
somos adultos, le huimos tanto al fracaso, nos resulta muy difícil aceptarlo
porque muy en nuestro interior lo hemos asociado siempre con culpabilidad e ineficiencia para enfrentarnos a la vida y sus retos.
Hablar de nuestros fracasos
o aceptarlos resulta muy difícil porque
lleva implícito un componente altamente emocional que toca directamente a la
autoestima.
Si bien es cierto que
podemos tomar medidas para evitar en la medida de lo posible la sensación de
fracaso, también es una realidad que en
muchas ocasiones nuestro fracaso está relacionado con hechos, personas o
circunstancias externas que poco o nada tienen que ver con nuestra toma de
decisiones.
¿Y
cómo evitar un posible fracaso?
Lo primero que debes tener
bien claro es cuáles son tus metas, cuál es exactamente el objetivo que quieres
lograr en cada uno de los ámbitos de tu vida personal, profesional o
espiritual, porque son tus metas la guía que te conducirá en la toma de
decisiones. En este punto me parece ideal lo que decía el desaparecido Steve Jobs: “Cada mañana me miro en el
espejo y me pregunto: Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿realmente
quisiera hacer lo que voy a hacer hoy?” Tu enunciado de misión (si ya lo
has establecido) puede ser una verdadera guía para tomar las decisiones
adecuadas.
Una vez que has tomado una
decisión, llévala a la práctica, recuerda que las grandes ideas solo funcionan
si van seguidas por la acción. El movimiento
será lo que mantenga en equilibrio la rueda de tu vida, así que toma
decisiones bien pensadas y actúa constantemente, eso te llevará al éxito… pero
eventualmente también puede llevarte al fracaso.
¿Y qué hacer si fracaso?
- Acepta
que algo salió mal y que tuviste un intento fallido,
no lo ocultes, no lo minimices, simplemente acéptalo.
- Reconoce tus emociones y exprésalas a
ti mism@ o a alguien en quién puedas confiar: Enojo, frustración,
tristeza, etc.
- Evalúa y corrige. Una
vez que la emoción haya bajado (recuerda: cuando la emoción sube la
inteligencia baja), analiza serenamente qué fue lo que pasó, cual fue la
decisión que te llevó al resultado no deseado y cámbiala si aún es posible
para obtener un resultado distinto.
- Deja el pasado atrás:
Determina cuál fue la enseñanza que te dejó esa experiencia y no te
atormentes más culpabilizándote por lo que ocurrió, pues esos reproches
alimentarán tu temor a tomar decisiones más adelante y pueden mantenerte
paralizad@ en tu camino al éxito.
Socorro
Echevarría Zapata
Consultor
Empresarial
Yakana
Consultores
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