Una de las ideas más
arraigada en nuestra actual cultura es la de que las circunstancias son las que
moldean nuestra vida y nuestro destino. Resulta difícil para el ser humano
actual sometido a cambios constantes y vertiginosos asumir la responsabilidad de su propia vida.
Las circunstancias cambian
tan a menudo que frecuentemente nos vemos en la tentación de “racionalizar”
buscando en esos cambios las causas de nuestra falta de crecimiento o nuestra
inacción para alcanzar nuestras metas.
Sin embargo, cuando
entendemos que los verdaderos
diseñadores de nuestras circunstancias somos nosotros mismos, el
crecimiento y el sentido de valía que adquirimos a partir de ese momento son
impactantes.
Hace algunas semanas tuve la
fortuna de escuchar una conferencia de Nando Parro, uruguayo de sesenta años,
sobreviviente de la tragedia de los Andes ocurrida a principios de los setentas,
cuando el avión en que viajaban un grupo de jóvenes, estudiantes
universitarios, miembros de un equipo de rugby se estrelló contra una montaña.
Parro ha sido considerado
por muchos el héroe de aquella historia, aunque él con humildad no lo acepta
del todo pues considera que sólo hizo lo que cualquier otro ser humano hubiera
hecho en sus circunstancias.
El escuchar a este hombre
narrar sus vivencias me dejó muchas enseñanzas, sin embargo, la que más me
impactó fue el hecho de que a pesar de estar con todas las circunstancias en su
contra, jamás se dio por vencido.
Él describe cómo durante los
primeros días posteriores a la tragedia, él y los otros sobrevivientes se dedicaron
a esperar a que llegara el equipo de rescate por ello, estaban convencidos que
en cuanto el mundo supiera de la tragedia inmediatamente se movilizarían para
rescatarlos, y vivieron esas horas en letargo e inactividad a la espera de que
cambiaran sus circunstancias…. “Alguien”
allá afuera vendría por ellos y los salvaría de esa angustiosa situación.
Las cosas cambiaron
radicalmente cuando a través de un radio que había quedado funcionando
escucharon en las noticias que la búsqueda del avión estrellado se había
suspendido pues se consideraba que a esas alturas los posibilidades de
encontrar sobrevivientes era prácticamente nula…
A partir de ese momento
vieron claramente que la ayuda del
exterior no iba a llegar y que si sobrevivían y salían de esa adversa
situación sería a través de sus medios exclusivamente, no contarían con ninguna
ayuda externa dependían únicamente de sus medios para cambiar su destino, y fue
ese convencimiento lo que les dio la fuerza suficiente para salir con vida de
las frías montañas. Por supuesto que hubo algunos que se rindieron y en cuanto supieron que nadie vendría a
rescatarlos se dejaron morir, pero los que lucharon y se hicieron cargo de
su destino salieron de esa terrible experiencia vivos y fortalecidos.
¡Qué enseñanza tan
profunda! Muchas veces culpamos al
destino y a las circunstancias de lo que nos sucede, otras estamos esperando
que las cosas cambien o que “alguien” o “algo”
venga a rescatarnos, para entonces empezar a actuar, y no funciona así… Somos nosotros los responsables de nuestra
vida, son nuestras decisiones buenas o malas las que nos han llevado hasta
el lugar y la situación en donde nos encontramos, si queremos salir de ella
tendrán que cambiar nuestras respuestas, sólo cambiando nuestras respuestas a
las circunstancias, será como nos haremos cargo de nuestro destino.
Nos leemos en la próxima
entrega.
Socorro Echevarría
Yakana Consultores
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